Comunicación audiovisual, Ciber/Hackfeminismo y TRIC para el desarrollo | Marta García Terán
Esta semana hablo de folksonomía, hashtags y etiquetas en la columna de opinión de Diario Metro (página 7). ¡Espero la disfruten!
Usamos la palabra folksonomía cuando nos referimos a los sistemas de clasificación social. Esto que suena muy rebuscado, para que nos entendamos, no es nada más ni nada menos que el etiquetado de contenidos en la Web por parte de personas como vos y como yo. Sin relaciones ni jerarquías, las personas damos una o varias palabras a modo de etiqueta, reflejando el contenido de aquello marcado según nuestros propios baremos y sin seguir cánones, como lo haría por ejemplo el personal de una biblioteca. Nuestra forma de ver el mundo, nuestros gustos y nuestro bagaje proporcionarán diversas etiquetas a un mismo contenido.
Gracias a la práctica del etiquetado online podemos acceder a una gran cantidad de información, que se ordena por esas palabras que escribimos entre comas, en algunas plataformas, o tras el símbolo de almohadilla o numeral #, en otras.
La Web se ordena a partir de percepciones, gustos y pareceres, esto es la diversidad en estado puro. Nada que ver con la disciplina bibliotecaria, la Clasificación Decimal Universal de sus estantes o los tesauros.
Nicaragua, obviamente, tiene sus etiquetas. #Blogsni fue la más utilizada por las y los tuiteros en hace unos días, reportando lo que ocurría en el Festival de Blogs de Nicaragua 2013, evento que se celebraba en Managua por tercer año consecutivo. #tráficoni invade el timeline en las horas pico de la capital reportando sobre los pegones y accidentes.
Ejemplos como #Yohagopatria de este mismo septiembre u #OcupaINSS siguiendo las corrientes de la etiqueta global #OccupyWallStreet, son el reflejo de que aquí, en Nicaragua también ordenamos nuestro mundo online. Esencial para entendernos.
Si hablamos de etiquetas, Twitter, efectivamente, es la plataforma que se ha vuelto la reina. Twitter catapultó al éxito los hastags, aunque en un principio no estaban ni siquiera contempladas en el interfaz. Fue en el año 2007 cuando un usuario llamado Chris Messina lo propuso en un tuit, usando el símbolo # “como forma de ordenar temáticamente” las conversaciones. La almohadilla o numeral (#) ya se utilizaba en los chats y canales de IRC con esta función, así que fue reconvertida en etiqueta para los tuits.
Twitter tardó casi 2 años en adaptar los hastags, creando hipervínculos entre todas las palabras que comenzaban por el símbolo #, y permitiendo que aparecieran los “trendic topics”, o temas candentes que hacen referencia a las etiquetas más utilizadas en un lugar determinado o a nivel global. Gracias a ellos podemos medir el pulso a la actualidad de un país o de un lugar determinado.
Los hastags popularizados por Twitter, folksonomía pura y dura de nuestro paso por Internet, son desde mucho antes, la materia prima de aplicaciones 2.0 conocidas como marcadores sociales, herramientas para guardar nuestros “favoritos” online. Entre ellas Del.icio.us o Tagzania son las más conocidas. Sin embargo no son las únicas, desde un inicio Flickr utiliza etiquetas para marcar las fotografías y álbumes, de manera que la se simplifica.
Hoy podemos encontrar estos hastags en otras redes sociales como Facebook o Google+. Su utilidad a la hora de ordenar la marea de información en la red se ha hecho patente, y nadie se quiere quedar atrás en su uso.
La Web es un mare magnum de información en la que debemos aprender a navegar, a seleccionar y ordenar aquello que encontramos. Etiquetar contenidos en la Web es algo que realizamos millones de personas, y esta labor colaborativa nos facilita encontrar aquello que buscamos. El etiquetado social nos permite no ahogarnos en la información, pero cribarla y saber qué es bueno y qué es malo es otra historia.
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