Comunicación audiovisual, Ciber/Hackfeminismo y TRIC para el desarrollo | Marta García Terán
Esta semana hablo de un par de películas de los últimos meses que ponen de manifiesto las dudas de ética relacionadas con el futuro de las tecnologías, como siempre, en Diario Metro, página 5:
Si pensamos en el cine como una de las máximas expresiones culturales de nuestra época, es lógico que tomemos en cuenta sus historias, secuencias y personajes para hacernos una idea de cómo somos realmente, que miedos tenemos, cuales retos están por ser enfrentados, etc. El cine habla de nuestras relaciones, de cómo nos gustaría ser y de cómo creemos que vamos a ser.
Comienzo esta columna con esta reflexión porque este año he visto ya dos películas (hay muchas más, por supuesto, pero me quedo con estas dos) en las que la tecnología y sus usos han facilitado el debate más allá del propio cine.
Una de ellas la vi hace unos días, protagonizada por Johnny Depp. Trascender habla de cómo la ciencia y lo tecnológico puede hacer simbiosis con la vida. Posiblemente el debate de si es esto posible o no, está fuera de los límites de estos párrafos, y sin embargo sí me parece válida la reflexión que deja la película sobre la ética en el uso de las tecnologías, sobre todo para la mejora de nuestras vidas.
La tecnología no es más que aquellas herramientas que creamos para solucionar un problema puntual que se nos presenta, es algo que nos hace la vida más fácil, y que pasado el tiempo, ya ni nos damos cuenta de que ese aparato fue una novedad. Cuando me ha tocado hablar de TIC en diferentes talleres, suelo comenzar con la imagen de una silla, una de madera normal y corriente, y hago reflexionar a quienes me escuchan sobre como hace mucho muchísimo tiempo esa tecnología increíble nos permitía sentarnos lejos del suelo, pero que hoy en día pasa completamente desapercibida.
Wikipedia explica la palabra tecnología como el conjunto de conocimientos técnicos, científicamente ordenados, que permiten diseñar y crear bienes y servicios que facilitan la adaptación al medio ambiente y satisfacer tanto las necesidades esenciales como los deseos de la humanidad.
La silla encaja perfectamente en esta acepción, y sin embargo ya no lo vemos como tecnología. De ahí que cuando hablamos de una silla no surgen problemas éticos al respecto, mientras que cuando hablamos de celulares, de uso de redes sociales o de inteligencia artificial (como la de Trascender) sí debatimos sobre sus posibilidades e implicaciones, hablamos de ética y de lo que es bueno o justo.
En este debate, también aparecen las relaciones humanas, algo que retrata muy bien la película Her, estrenada hace algunos meses y dirigida por el siempre ecléctico Spike Jonze. Y digo que se retrata bien porque a pesar de que la película habla de cómo un hombre entabla relación con el sistema operativo de su computadora, en sus silencios y ausencias, vemos una sociedad cada vez más aislada de sí misma, personas junto a personas, nada más, inmersas en la era de las comunicaciones, pero comportándose como islas.
Entre la crítica y el imaginar posibles escenarios, el cine nos permite reflexionar sobre lo que sucede a nuestro alrededor, incluso a través de situaciones que transcienden lo cotidiano. Puede que sea ciencia ficción, que no creamos posible la simbiosis humanidad/máquina o que pensemos que es imposible enamorarnos de un sistema operativo aunque tenga la aterciopelada voz de Scarlett Johansson. Sin embargo, las reflexiones que salen de todo esto no son ficción, sino parte de los grandes interrogantes de la vida relacionados con las TIC, y por lo tanto, con nosotras mismas.
El cine también sirve para eso, no olvidemos que en sí mismo es tecnología, y sino que se lo pregunten a quienes huyeron del café de París en el que los Lumière proyectaron celuloide por primera vez hace poco más de cien años.