Comunicación audiovisual, Ciber/Hackfeminismo y TRIC para el desarrollo | Marta García Terán
Esta semana sigo reflexionando en mi columna en Diario Metro sobre la violencia contra las mujeres ejercida desde espacios digitales. Pasen y lean:
Sé que últimamente estoy hablando una y otra vez de lo mismo. Está en mis conversaciones, en las noticias. Un día más voy a hablar de violencia digital porque sigo pensando firmemente que aquello que no se ve, no se toma en cuenta, porque la violencia es algo cotidiano con lo que las mujeres lidiamos. La violencia nos atraviesa de múltiples formas a cada hora del día.
Ya les había comentado que la red social Twitter actualizó sus reglas relacionadas con los contenidos compartidos, y específicamente acerca del spam y los comportamientos abusivos, pretendiendo con esto restringir las situaciones de acoso, amenazas y violencia.
Bien, pues este fin de semana, hubo una etiqueta (hashtag) muy utilizada en el hilo de conversación de Twitter que hacía apología de la violencia contra las mujeres. #MujerVioladaEsUnaMujerFeliz se ubicó en la lista de “trendic topic” (los temas más candentes en ese momento) de esta red social dando pábulo a contenidos violentos. Afortunadamente ante la denuncia de la comunidad (personas como vos y yo) la etiqueta fue eliminada de la lista de tendencias.
Desconozco qué otras medidas se llevaron a cabo, no hay notas al respecto. Pero esto me hizo pensar en lo sucedido unos pocos días antes con #MiPrimerAcoso, que fue una etiqueta promovida desde México, y utilizada por miles de mujeres de habla hispana para evidenciar nuestra primera experiencia de violencia sexual. En la semana tuve la oportunidad de compartir con otras mujeres tuiteras sobre el impacto de esta etiqueta no sólo en Twitter sino más allá, y como la agenda mediática visibilizó por un momento la violencia digital y analógica contra las mujeres.
Una de las tuiteras nicas que se sumó a la iniciativa contaba como varios hombres la comenzaron a amenazar respondiendo a sus tuits de denuncia de acoso y también por mensaje directo. “Si viviera en DF tendría mucho miedo, porque pensaría que las amenazas se podrían hacer realidad” reflexionaba.
¿Qué hacer ante esta situación? En el grupo comentamos diferentes mecanismos desde la denuncia pública evidenciando los comentarios violentos y amenazas, la necesidad de conservar una copia de ellos (haciendo capturas de pantalla), y la denuncia de las cuentas que estaban haciendo apología de la violencia. Lento y cansado, pero la vía oficial de Twitter para censurarlas y tomar medidas al respecto.
Interesante fue también la reflexión de ocupar esta etiqueta de #MiPrimerAcoso para ir más allá y evidenciar estructuras y normas sociales ligadas al heteropatriarcado más allá de la violencia sexual, es decir, usar el hashtag para visibilizar cuando fue la primera vez que nos encasillaron en el rol tradicional de las mujeres, nos enfundaron de rosa o nos dijeron “no te ensucies”, “no hables”, “no digas no”.
También me gustó leer como otros colegas hombres reflexionaron sobre ello, hablando de la opresión de la masculinidad imperante y de la consciencia de ser quienes ejercían violencia contra mujeres que aún eran niñas, siendo ellos también niños.
En Facebook también pasan estas cosas, pero supuesto, pero están solapadas por las relaciones familiares y de amistad propias de esta red social. Cada semana me llegan actualizaciones de distintos grupos de mujeres que sigo para que ayude a solicitar el bloqueo de páginas misóginas y que violentan la integridad de las mujeres. Todas organizadas denunciando violencia, pero a pesar de la evidencia, no siempre lo conseguimos, mientras vemos que páginas feministas son clausuradas repetidamente cuando lo que difunden y defienden es la igualdad de todas las personas.
El mundo es desigual, y por eso tenemos el deber de evidenciarlo, de hablar de ello, para tomar conciencia, denunciarlo y conseguir cambiarlo. Por eso desde aquí seguiré hablando de este tema, una y otra vez, las veces que hagan falta.
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