Comunicación audiovisual, Ciber/Hackfeminismo y TRIC para el desarrollo | Marta García Terán
Las opresiones de género definitivamente se articulan con los modelos neoliberales. El hecho de que no se nos permita vivir nuestras vidas como queremos, sino que debemos ajustarnos a los estereotipos acuñados por el heteropatriarcado es señal de ello.
En las portadas de revistas, en las películas de Hollywood aparecen modelos de mujer a los que se supone debemos alienarnos, porque de lo contrario, no somos mujeres modernas. Debemos trabajar, sino a ver cómo vamos a pagar todas las commodities, muchas de ellas innecesarias, pero de rigor cumplimiento en las sociedades capitalistas en las que vivimos.
Debemos también ser madres por sobre cualquier otro anhelo que podamos tener, sino, “no estamos completas”. Producir más seres humanos es precisamente lo que menos necesita nuestro planeta, pero no hay excusa para no ser madre. Además, debemos ser amas de casa abnegadas, cocinando, limpiando y cuidando por amor en una doble y triple jornada que nos deslome, pero ese es nuestro supuesto propósito según las normas sociales.
Finalmente debemos lucir siempre perfectas, sin vello, sin arrugas, sin comer, esclavizadas por dietas absurdas que nos obligan a estar famélicas, porque una mujer no es mujer sino encaja con el modelo impuesto, lo que viene a ser la talla 36 de toda la ropa que tenemos que comprar en el centro comercial con regularidad.
Reflexionando, el cruce de estereotipos opresivos y negativos, con el consumismo extremo y el clasismo recrudecen las realidades de las personas, especialmente para las mujeres y otros colectivos en situación de vulnerabilidad, las mismas que son aplastadas por los modelos neo-liberales en los que todo es cuantificado, cosificado y vendible. No hay bienes comunes que se respeten, ni siquiera la vida humana. En los últimos tiempos ha habido dos debates paralelos que dan cuenta de ello y ambos chocan con la obligación de ser madres a toda costa.
Por un lado, las prohibiciones del aborto en todos los supuestos, tratando a todas las mujeres (incluidas a niñas y adolescentes) como personas incapaces de decidir sobre sus cuerpos, y lo que es peor, provocando tortura institucional sobre ellos.
Por el otro, el debate de la regulación de la maternidad subrogada, como el colmo del poner precio a todo, incluso a embriones, tratando los cuerpos de las mujeres como vasijas. Doble moral en la que se defiende que si una mujer decide “libremente” ser vientre de alquiler hay que permitírselo, porque para eso sí pueden decidir las mujeres sobre sus cuerpos.
En realidad no hay un “libremente”, sólo las mujeres marcadas por situaciones de pobreza y falta de oportunidades aceptarán las prerrogativas salvajes de pactar con sus úteros, las mismas mujeres que sufren las consecuencias de no poder decidir sobre lo que pasa en ellos.
Texto preparado para la asignatura Desigualdades de género y medios de comunicación, en el marco del Diplomado Superior en Comunicación, Género y Derechos Humanos que actualmente estoy cursando.