Comunicación audiovisual, Ciber/Hackfeminismo y TRIC para el desarrollo | Marta García Terán
Esta semana hablo de cómo la censura en Internet no suele funcionar. En mi columna semanal en el Diario Metro pueden conocer sobre el Efecto Streisand (página 6):
Internet y la Web han generado un enorme vocabulario y nociones nuevas a las que poco a poco nos hemos ido acostumbrando. La mayoría son anglicismos más o menos hispanizados del estilo de trendic topic, “favoritear” o “Googlear”, incluyendo la reformulación de conceptos ya conocidos, pero que a partir de las redes sociales se han redefinido, como el de la amistad.
Sin embargo, siempre quedan algunas tendencias y nomenclaturas que se escapan al público general. Tal podría ser el que hoy traigo a colación, el efecto Streisand. Sí, tiene que ver con la famosa cantante y actriz de apellido Streisand y de nombre Barbra, aunque, sin duda alguna, a ella no le haga ni pizca de gracia que dicho fenómeno lleve su nombre.
Este efecto no es más que el intento de bloquear, censurar o eliminar una información determinada de la red de redes, consiguiendo precisamente el efecto contrario al que se pretendía en un principio, es decir, provocar su extrema difusión, a veces hasta límites insospechados.
Y es que cuando no queremos que una información o imagen salga a la luz, o mejor que se retire de ella porque nuca debería haber estado allí, resulta que cuando intentamos censurarla, permitimos que se vuelva más codiciada y deseada incluso por gente que antes de la censura no hubiese mostrado interés alguno por ella. Como decimos en la jerga digital de hoy en día, este tipo de informaciones se vuelven más virales.
La Wikipedia lo describe claramente “intento de censura […] contraproducente para el censor, ya que ésta acaba siendo ampliamente divulgada, recibiendo mayor publicidad de la que habría tenido si no se la hubiese pretendido acallar”. Viralidad en estado puro, decíme que no haga algo, y lo haré veinte veces más.
Se preguntarán qué tiene que ver en todo esto la señora Streisand… Esta actriz denunció en 2003, hace ya más de 10 años, al fotógrafo Kenneth Adelman y la web pictopia.com, especializada en fotografía, por 50.000.000 U$ dólares, alegando su derecho a la privacidad. En esta página aparecían imágenes de su casa y la Streisand solicitaba su retiro de la web, hasta ahí todo normal para el mundo de la farándula siempre en juicios por estos temas.
Lo que Doña Barbra consiguió con este pleito, es que las imágenes de su hogar, que hubiesen pasado desapercibidas para la mayor parte de las y los simples mortales, fueron lo más buscado del momento, vamos, un trending topic antes de que esta noción ni si quiera existiera en la mente del creador de Twitter.
La Historia de la humanidad nos revela este “efecto Streisand” desde mucho antes de la aparición de Internet. Y es que está en la mera naturaleza humana querer acceder a aquello que no nos permiten. Todo aquello prohibido llama más la atención, lo queremos conseguir antes, en el menor tiempo posible: desde la mítica estatua de sal en la que se convirtió la mujer de Lot en la Biblia por mirar atrás cuando tenía prohibición expresa de hacerlo, hasta la censura de Citizen Kane por parte del multimillonario William Randolph Hearts, a quien ha quedado ligada para siempre la película de Orson Welles. Siglos y siglos de censura que obtienen el efecto contrario al deseado.
De nuevo tenemos aquí la reflexión de que el mundo online y el mundo offline, son precisamente dos partes del mismo mundo, con las mismas reglas, éticas y dinámicas. Nada inventamos de nuevo interactuando en redes sociales y plataformas digitales, porque ahí también seguimos siendo seres humanos.